25 nov 2008

Mis Demonios y sus Ángeles

Aunque la traducción no es exacta -y porque me niego a poner en este blog estas palabras en inglés- la frase va como sigue. Mata Todos Mis Demonios y tal vez Matarás a mis Ángeles. Por supuesto que la frase no es mía, por supuesto que es de Thomas Lanier Williams III, más conocido por el seudónimo Tennessee Williams. Un dramaturgo gringo y sureño que entre muchas obras escribió, nada más y nada menos, Un Tranvía llamado Deseo y que murió cuando la tapa de un pomo de pastillas se le atracó en el esófago en su afán por abrir el embase y tomar el delicioso contenido. Pero como aquí odiamos todas las biografías (incluida la del disque blogero de este ridículo blog) no vamos a tocar la historia personal de este excepcional dramaturgo sino el supuesto significado de la frase, y digo “supuesto” porque lo que viene a continuación es una apreciación personal de estas palabras ordenadas con exquisito gusto para jodernos la vida cuando la escuchamos. Y es que a quién no se le pone la piel de gallina con una frase así. A mi si y además me hace escribir este post en el Diablo Gordo.

Y claro que estoy bien grandecito para saber que nadie se va a dar el trabajo de matar mis demonios como insinúa la frase, porque como me he dado cuenta últimamente (ha sido toda una revelación en estas últimas semanas) los demás tienen tales demonios que a su lado los míos parecen un juego de niños. Por lo tanto, por falta de buenos amigos o avaros psicoanalistas o simplemente valientes asesinos de demonios ajenos, he decidido que si alguien los tiene que matar, los mato yo y a cuchilladas. Pero imagino que una vez en la montaña rusa del homicidio con arma punzocortante de demonios uno no puede parar y arrasa también con sus ángeles. Intuyo que es imparable e implacable esta locomotora asesina y por eso lo pienso dos veces antes de levantar el pie para subirme al tren. Lo pienso dos veces porque creo que los demonios no solo alimentan la creación sino que sin ellos estaríamos perdidos. No es un secreto que los aburridos ángeles solo están ahí para mantener el equilibrio más no para aportar creatividad a nuestra conciencia. Para mí está claro que los demonios que me habitan son la máquina que me anima a levantarme todos los días y continuar con esta infamia diaria que es vivir pero por consiguiente soy consciente que mis ángeles son los que los mantienen en línea, son estos gordos alados los que aguantan a mis famélicos diablos para que no me convenzan de tirarme por la ventana. Y entonces si al final decido autoexorcisarme de demonios y ángeles, y cambio la buena vida del camino de la oscuridad por la iluminada jornada de abandonar vicios, pedagógicos excesos y privarme de la sublime envidia entonces perderé, en el camino, los buenos modales angelicales porque no habrá en la esquina de las sombras ningún contendor de peso para mis intrépidos y pugilistas ángeles.

Pero como los años pasan y los demonios se debilitan, y sus enemigos se vuelven cada vez más rechonchos alimentados por cargos de conciencia cada vez más pesados, su final es inevitable. No puedo entonces defender lo indefendible, pero eso sí, trataré hasta donde aguante de serles fiel y escuchar sus malos consejos e inmundos pensamientos. Porque simplemente es más divertido que no quiere decir más fácil. Los defenderé en contra de mis ángeles y seré su aliado para luchar contra el bien, contra la paz mental y contra el estúpido concepto de la felicidad.

Y como todas las historias acaban donde empiezan hay que decir que la tapa que se atracó en el esófago de Tennesse Williams no era precisamente de Aspirinas.

10 nov 2008

Hasta los Gatos se Divierten

Cuando abrió los ventanales de su casa de playa para que entrara el fresco sintió como la cabeza le explotaba de dolor, un repentino mareo lo obligó a sentarse en el sillón que estaba al pie de la ventana. Era inexplicable este dolor tan fuerte, tan súbito, tan cerebral. Se tomó la cabeza con las manos y esperó, pensaba que pasaría pronto, pero conforme pasaban los minutos entendió que este dolor había venido para quedarse. Se puso de pie y tambaleándose camino a la cocina, y mientras lo hacía, tuvo la certeza que ese dolor acabaría con él. Por fin llegó a la cocina y con mucha dificultad sacó un vaso de una de las repisas, lo acercó al grifo, con la mano libre se dispuso a abrir la llave del agua pero esta se encontraba cerrada tan fuerte que todos sus esfuerzos por abrirla fueron inútiles. Se dio la vuelta y cayó al piso, el vaso se rompió y los vidrios se esparcieron por todo el lugar. Mientras se moría lo único que podía ver era un cuadro que tenía un grupo de gente que parecía disfrutar de una borrachera en una calle empedrada, a los pies de las figuras humanas dos gatos negros bailaban y parecían contagiados de la embriagada alegría de los protagonistas de la pintura. En la esquina del cuadro se podía leer: Hasta Los Gatos se Divierten. Una semana después la policía, alertada por un fuerte olor a muerto, encontró el cuerpo putrefacto y a su alrededor una manada de gatos multicolores alimentándose del cerebro del difunto que salía de su cráneo que se partió con la caída.