25 nov 2008

Mis Demonios y sus Ángeles

Aunque la traducción no es exacta -y porque me niego a poner en este blog estas palabras en inglés- la frase va como sigue. Mata Todos Mis Demonios y tal vez Matarás a mis Ángeles. Por supuesto que la frase no es mía, por supuesto que es de Thomas Lanier Williams III, más conocido por el seudónimo Tennessee Williams. Un dramaturgo gringo y sureño que entre muchas obras escribió, nada más y nada menos, Un Tranvía llamado Deseo y que murió cuando la tapa de un pomo de pastillas se le atracó en el esófago en su afán por abrir el embase y tomar el delicioso contenido. Pero como aquí odiamos todas las biografías (incluida la del disque blogero de este ridículo blog) no vamos a tocar la historia personal de este excepcional dramaturgo sino el supuesto significado de la frase, y digo “supuesto” porque lo que viene a continuación es una apreciación personal de estas palabras ordenadas con exquisito gusto para jodernos la vida cuando la escuchamos. Y es que a quién no se le pone la piel de gallina con una frase así. A mi si y además me hace escribir este post en el Diablo Gordo.

Y claro que estoy bien grandecito para saber que nadie se va a dar el trabajo de matar mis demonios como insinúa la frase, porque como me he dado cuenta últimamente (ha sido toda una revelación en estas últimas semanas) los demás tienen tales demonios que a su lado los míos parecen un juego de niños. Por lo tanto, por falta de buenos amigos o avaros psicoanalistas o simplemente valientes asesinos de demonios ajenos, he decidido que si alguien los tiene que matar, los mato yo y a cuchilladas. Pero imagino que una vez en la montaña rusa del homicidio con arma punzocortante de demonios uno no puede parar y arrasa también con sus ángeles. Intuyo que es imparable e implacable esta locomotora asesina y por eso lo pienso dos veces antes de levantar el pie para subirme al tren. Lo pienso dos veces porque creo que los demonios no solo alimentan la creación sino que sin ellos estaríamos perdidos. No es un secreto que los aburridos ángeles solo están ahí para mantener el equilibrio más no para aportar creatividad a nuestra conciencia. Para mí está claro que los demonios que me habitan son la máquina que me anima a levantarme todos los días y continuar con esta infamia diaria que es vivir pero por consiguiente soy consciente que mis ángeles son los que los mantienen en línea, son estos gordos alados los que aguantan a mis famélicos diablos para que no me convenzan de tirarme por la ventana. Y entonces si al final decido autoexorcisarme de demonios y ángeles, y cambio la buena vida del camino de la oscuridad por la iluminada jornada de abandonar vicios, pedagógicos excesos y privarme de la sublime envidia entonces perderé, en el camino, los buenos modales angelicales porque no habrá en la esquina de las sombras ningún contendor de peso para mis intrépidos y pugilistas ángeles.

Pero como los años pasan y los demonios se debilitan, y sus enemigos se vuelven cada vez más rechonchos alimentados por cargos de conciencia cada vez más pesados, su final es inevitable. No puedo entonces defender lo indefendible, pero eso sí, trataré hasta donde aguante de serles fiel y escuchar sus malos consejos e inmundos pensamientos. Porque simplemente es más divertido que no quiere decir más fácil. Los defenderé en contra de mis ángeles y seré su aliado para luchar contra el bien, contra la paz mental y contra el estúpido concepto de la felicidad.

Y como todas las historias acaban donde empiezan hay que decir que la tapa que se atracó en el esófago de Tennesse Williams no era precisamente de Aspirinas.

10 nov 2008

Hasta los Gatos se Divierten

Cuando abrió los ventanales de su casa de playa para que entrara el fresco sintió como la cabeza le explotaba de dolor, un repentino mareo lo obligó a sentarse en el sillón que estaba al pie de la ventana. Era inexplicable este dolor tan fuerte, tan súbito, tan cerebral. Se tomó la cabeza con las manos y esperó, pensaba que pasaría pronto, pero conforme pasaban los minutos entendió que este dolor había venido para quedarse. Se puso de pie y tambaleándose camino a la cocina, y mientras lo hacía, tuvo la certeza que ese dolor acabaría con él. Por fin llegó a la cocina y con mucha dificultad sacó un vaso de una de las repisas, lo acercó al grifo, con la mano libre se dispuso a abrir la llave del agua pero esta se encontraba cerrada tan fuerte que todos sus esfuerzos por abrirla fueron inútiles. Se dio la vuelta y cayó al piso, el vaso se rompió y los vidrios se esparcieron por todo el lugar. Mientras se moría lo único que podía ver era un cuadro que tenía un grupo de gente que parecía disfrutar de una borrachera en una calle empedrada, a los pies de las figuras humanas dos gatos negros bailaban y parecían contagiados de la embriagada alegría de los protagonistas de la pintura. En la esquina del cuadro se podía leer: Hasta Los Gatos se Divierten. Una semana después la policía, alertada por un fuerte olor a muerto, encontró el cuerpo putrefacto y a su alrededor una manada de gatos multicolores alimentándose del cerebro del difunto que salía de su cráneo que se partió con la caída.

23 sept 2008

I AM STERDAM

EL DIABLO ES MAS DIABLO EN AMSTERDAM



biciflashes



yo no "toy shit"



ni siquera faltas tú, pero tú si...




en bici o en moto igual nos vamos al cielo




interesante cicatrís, mucho pelo




el ajuste del diablo y del gordo

12 sept 2008

La importancia del Maldito Informe.


A cinco años de su presentación el Informe final de la CVR está y es maldito en todos los sentidos. Está maldito porque le sigue quemando las papas a los gorilones y tradicionales políticos peruanos y es maldito porque nada es más maldito que un informe, por sí solo, tenga la manía de desbaratar cada desbaratable teoría milica y cuartelera acerca de los años de tiniebla que vivió el Perú. En un país donde todo se olvida o solo se recuerda lo menos importante, el informe les da una voz eterna e histórica a los siempre ninguneados. Es ahí donde radica la importancia de este documento porque, a pesar de los intentos de traerse abajo el gran trabajo de la CVR, el informe perdurará en la histórica memoria de los que valientemente dieron sus testimonios, de los que, pese a las amenazas, continuaron y continúan desenterrando verdades olvidadas en las punas, de los que siempre le fueron fieles a una voluntad inquebrantable de conocer lo que en realidad sucedió. Ellos les contarán esas historias a sus hijos y estos a los suyos y así vencerá, algún día, la sensación de Justicia. Las “barras bravas” de la CVR están presentes en cada línea del informe, sus caballos de batallas son las verdades desgarradoras de cada testimonio, sus únicas defensas están en cada hueso desenterrado. Eso perdurará y eso jamás se podrá borrar de la memoria colectiva por más selectiva que algunos pretendan que sea. Detrás de los insultos y la falta de respeto a las víctimas está concentrado el narcisismo de una clase política dislocada por una verdad que ha sabido abrirse camino entre los más bajos adjetivos que vinieron y vienen, precisamente, de los más grandes perpetradores y violadores de los derechos humanos. Nadie ha expresado mejor lo que significan estos cinco años que Salomón Lerner: “Cinco años son mucho tiempo para no haber tomado decisiones sustanciales, pero son pocos para cambiar la textura mental y moral de un país”

23 ago 2008

AQUI VIVEN LOS SHIPIBOS


Las anoréxicas calles del centro apestan a guitarras criollas y a choclo sancochado. Arrasando olores y rompemuelles va Carlos y, con un par de seudoperiodistas a cuestas, galopa al ritmo de sus cuatro ruedas recién cambiadas. Está perdido, estamos perdidos. Nos han dicho que los shipibos viven en un asentamiento humano entre Barrios Altos y el Rimac, en un terreno donado por la ilustre lenguaraz ex primera dama Eliane Karp. Me pregunto que más hay, aparte del despiadado río hablador, entre estos dos chabacanos barrios con pasado criollo tatuado en las canciones y en callejones de menos de un solo caño. Lima apesta, el Perú apesta mientras que su único pulmón agoniza, arrancado árbol a árbol, por un estado aferrado al exterminio paulatino de las comunidades indígenas. Al costado del mercado de Flores y frente al CETAME, ahí viven los shipibos, arrumados sobre un relleno sanitario y coronando un mercadito común y corriente, como el de cualquier barrio pobre de esta guitarrera y choclera capital. Uno de los seudoperiodistas escribe esta nota, el otro la convierte en televisión de calidad para niños sin control remoto y adictos al canal local de su comunidad y Carlos, bueno Carlos sigue perdido por una hora más antes de mostrarnos donde viven los shipibos. Cada uno desde su trinchera nos repetimos los tres en nuestras cabezas que no entienden lo que nuestros ojos ven. Aqui viven los shipibos, parece Belén, los ojos son achinados, las casas son todas chiquitas y las caras son todas amigables, pero hace frío y una inimaginable (para los shipibos) llovizna nos moja a todos. El papá shipibo, con carnet aprista incorporado, se pregunta porqué marcó la estrella mientras que su hija shipiba mira a la cámara y, sin tapujos ni huevadas, arremete contra la injusticia de vivir en Lima, alejada de su visión del monte verde que hecha de menos cuando la lluvia es así de fina. Aquí viven los shipibos, aquí vive el Perú en el corazón de otro anónimo niño shipibo cuando afirma que el gobierno piensa que son menos, que son inferiores y que su selva está muriendo aplastada por la fiebre de las concesiones. ¿Y cómo se responde a los adolescentes shipibos de Lima cuando te dicen mirándote a los ojos que ya no hay peces en los ríos, que los animales se refugian en lo más profundo del bosque, que nuestras enfermedades los arrasan y que los árboles se remplazan fácilmente con ladrillos y cemento? ¿Qué se les dice a los chicos shipibos peruanos cuando su herencia se va por un tubo petrolero y su identidad le apesta a todo un apestoso país? Y claro, a este par de seudoperiodistas nos emociona que ellos se emocionen hasta mojar sus ojos achinados cuando hablan de su monte, y recién ahí creemos comprender el abandono de los desplazados del Perú por el Perú. Aquí viven los shipibos, junto a Carlos, junto a ti, junto a mí. Aquí viven los shipibos, traicionados por este lisérgico país que de ayahuasquero no tiene un carajo.

31 jul 2008

Hamacas de la Muerte

Seguiré escribiendo hasta que la cordura me arranque la locura de un zarpazo. Escribió el escritor en la primera línea. En la siguiente trató de explicar lo que había tratado de decir, pero no pudo contener la historia de las hamacas asesinas que empezó a escribirse sola. Hamacas vivas, hamacas verdes, hechas de plantas carnívoras, de células amarillas. Siniestras todas, que engañan al cansado viajero y lo digieren mientras duerme. Muerte placentera para estos días, donde los aparatos médicos castran las eutanasias tan bien planteadas por la dama de la guadaña. Dama sexy, enfundada en negro y con la única función de recoger las costras que deja la vida en la piel del alma de los que por algún motivo están requisitoriados por el más allá. Te inyectan un poderoso alucinógeno y mientras te enfrascas en lo más profundo de tus sueños ellas te digieren en su tejido, malditas benditas las hamacas. Pero hasta que un día la dama de negro, cansada de trajinar por la estela de la muerte, apoya la sangrienta guadaña contra el tronco de uno de los árboles que sujetan la hamaca y recostando sus inertes huesos decide, ¿porqué no? tomar una amable siesta en la verde y asesina hamaca. Y se duerme y se envenena y alucinada pasa el mismo umbral que tantas veces ha pasado, acompañando a alguien, pero sola. Y claro, se va al cielo y regresa convertida en muerte, con la misma guadaña filosa que ahora deshuesa y desmenuza todos los colores de las hamacas asesinas. Y acompaña a las hamacas, las pasa por el umbral y las mandas a los infiernos. Y de pronto, de un zarpazo la cordura arremete contra la locura y el escritor para de escribir y selecciona todo. Que si estoy seguro de no guardar cambios. Enter

19 jun 2008

Entre signos de Interrogación


Te has preguntado si eres tú la que no tiene cara, la que aguarda, la que no encuentra. Te has preguntado si eres tú la que no escucha, la dueña de la comisura que me envuelve. Te has preguntado quién es ese que piensa en ti cada noche. Te has preguntado si pienso en ti. Te has preguntado si eres tú la ladrona de estas líneas. Te has preguntado si vale la pena preguntarle a la que te mira del otro lado del espejo, quién soy yo. Te preguntas a menudo porqué no me enciendes el pucho mientras descansas sobre mi pecho, te has preguntado porque, aunque nunca estoy , siempre te miro vestirte. Te has preguntado porque caminas mirando al cielo si yo te observo desde abajo, siguiéndote el paso. Te has acurrucado en la cama preguntándote porqué te hacen falta mis manos, te has preguntado porque tus piernas me extrañan o porque los huesos de tus caderas ahora se esconden y tu espalda ya no hace curvas. Te has preguntado si tengo ganas de reventarte la puerta en la madrugada, te has preguntado si me dejarías la luz encendida y la ventana abierta. Te has preguntado acaso por mí, lo has hecho. Yo no me pregunto más por ti porque si existieras serías una maldita pregunta.

7 jun 2008

DOLORES DE RODILLA

Simpatizar con la secretaria del traumatólogo, después de haberla puteado, era una utopía. Como lo era, a esas alturas, el dolor de rodilla que atormentaba mi sistema nervioso. Podría jurar que gracias a la ínfima fisura del menisco me dolía hasta la base de la nuca. Váyase usted a la mierda y a la puta madre que la parió y levante el puto teléfono y dígale al conchesumare del doctor que no es necesario que examine mi articulación. Lo único que es necesario es que me recete una maldita pastilla que derrote al hirviente dolor. Mi cara de desquiciado logró, en un segundo, que la guapetona secretaria levantara el auricular, aniquilando además las ganas, de hacer algo por defenderla, de otro paciente que pacientemente esperaba su turno. El seudo héroe, que además había llegado antes que yo, lucía un autografiado brazo de yeso, un collarín y unas muletas que sostenían su humanidad. La razón, su pierna derecha, también enfundada en una pierna de yeso y morada por el apretón, sufría de una lesión ocasionada por el mismo accidente que le torció el cuello y le partió el brazo en dos. Al costado del valiente muletero mi dolor de rodilla parecía un rasguño superficial, casi una mentira, eso sí, dolorosa. Además, a pesar de que era un tipo fornido y grande, sus lesiones me daban alguna ventaja pugilística en caso que la cosa se pusiera fea.

Que le puedo decir doctor, el dolor me pone tenso y amargado. Soy otro, me transformo en un energúmeno y grito y pataleo. Su secretaria no tiene la culpa, aunque tiene que admitir que es un poco lenta, se cruzó en el camino cuando una crisis de rodilla me atacaba. Claro que le he pedido disculpas y las ha aceptado, por favor doctor quíteme este insano dolor. Después de la inyección y cuando ya no sentía las rodillas el galeno me obligó a esperar en la sala de la (des)espera, habían dos personas que sí tenían cita y habían llegado a la hora: el valiente muletero y una mujer muy hermosa de indescifrable edad. Así que decidí quedarme. La mujer, que podría tener entre 25 y 55 años, en su camino al consultorio, paso a mi costado ignorándome por completo, ignorando además la mirada de enfermo que gratuitamente le regalé impulsado, claro está, por los primeros, y mejores, momentos del analgésico. Me arrepentí por completo haber contestado al saludo del muletero valiente. Tenía veinte minutos hablando del accidente que lo obligaba a visitar al traumatólogo todas las semanas. Así es hermano, yo he comprendido de la peor manera, por eso el consejo que te doy es que nunca manejes sampao, el trago y los carros son enemigos cuñadito, me he podido matar compadre y eso que solo me tome 7 chelas. No se callaba ni para respirar, en ese momento lamenté no tener una botella de pisco y un ferrari. Se los hubiera regalado gustoso a mi interlocutor.

El primer quejido sonó seco y contundente, puntegesiano si alguien me pediría resumirlo en una palabra. Después de una pausa breve empezó una cadena de aullidos que se intercalaban con gemidos distorsionados por la pasión y el deseo. El muletero y yo nos miramos con cara de sorpresa pero no dijimos nada, la secretaria, que parecía acostumbrada, no movió un dedo a pesar de que solo una puerta nos distanciaba de un bacanal acertadamente sazonado por uno que otro golpe que redondeaba la faena. Indefinibles fueron los 20 minutos siguientes, además de envidiables. Parecía que el traumatólogo era además ginecólogo por vocación. Y cuando el polvo terminó ahogado en un larguísimo grito final… la vida siguió como siguen las cosas que no tienen mucho sentido.

La mujer salió del consultorio y caminó directo a la puerta de salida. Pude recién comprobar que tenía más de 40 pero que su sonrisa, que se prolongaba de una oreja a la otra, era de una veinteañera.

8 may 2008

El sueño de El Abogado.

Si pues aquí se escribe lo que se sueña y se sueña en no escribir sobre abogados. Algunas veces uno que otro juega sus fichas tan desdeñablemente bien, que es imposible soñar que uno no lleva el código penal por almohada. Los sueños con viruela del abogado a continuación, le achinan los ojos de vergüenza.


Sueño 1.
Los documentos que exhibe el señor fiscal son falsos de toda falsedad genérica, pero bien en el fondo son recalcitrantemente fidedignos. Con estas palabras el abogado defensor pareciera que hace pensar hasta al soñoliento juez. Son falsos, continúa, porque parecen incriminar a mi defendido, pero son verdaderos porque la mano negra de la falsificación no los ha tocado, es decir son precisos pero huérfanos de verdad, señor juez. Cruza la sala con paso elegante, se para frente al magistrado, busca sus ojos, los atrapa en un fulminante contacto visual y prosigue: estos documentos a pesar de provenir de los archivos de este mismo poder judicial parecieran ser dueños de un espacio privilegiado dentro de un proceso kafkiano. Son ilegales ante los ojos de la razón y la conciencia, pero legibles y ciertos ante los del hombre, señor juez. Estos documentos que tengo en la mano son insoportables para una defensa como la mía, ceñida a la verdad por juramentos certificados por el colegio de abogados, y así son verídicos. Pero, felizmente para esta sala, esta discusión no se basa en estos documentos, más en la mentira depositada en cada verdad de sus palabras ordenadas, una a una, con enorme responsabilidad, remata el abogado. Vuelve a su sitio donde la mano estilizada de su asistente le alcanza otro expediente. Lo toma como si pesara, lo abre en la página marcada, mira a su defendido y dice: estos papeles son más que papeles, son injurias demenciales de la realidad, son momentos y tiempos que pasaron pero que viven en la memoria colectiva, son celestiales demostraciones de justicias pasadas, son insultos a la calumnia de este juicio, son manotazos de ahogado del mar muerto, pero sobre todo evidencian y prueban que este humilde abogado no sirve para nada más que para servirse. Los flashes salen despedidos de las cámaras de los fotógrafos mientras el abogado y su defendido asoman por la puerta grande del Juzgado, esa que da a la libertad.

28 abr 2008

SEGÚN TALÍA

Según Talía esta huevada de tener un blogg es adictiva. Cigarrito más, cigarrito menos encuentro un tiempo para escribir. Primero en Word, después copy and paste a la oscura página del diablogordo. Y claro, escribo en Word para que se me corrijan las palabras porque Talía me para dando lecciones ortográficas. Y una Lucky strike rojo, si cajetilla grande, ¿pero le puedo pagar con cocos tío? ¿cocos? Dólares pe tío. El señor de la bodega pone cara de perro, pero atraca. Me paga una mierda por coco y luego de los cigarros, los chicles, la palta, el pan de molde, el limón y las papitas, mi imponente billete de veinte US Dollars, queda reducido a un puñado de viejas monedas. Salgo de bodega, cruzo la calle y camino hacia mi casa. Pasa un bus que tiene un ciclista enganchado, por voluntad propia, al parachoques. Lo que no sabe el cilcista, porque no es vecino de la zona, es que el puto alcalde del distrito ha puesto un monumental rompemuelle hace apenas dos días. Claro que se sacó la mierda. Como Talía tiene razón, corrígeme si me equivoco y toca tu puchito, hay un conato de poema a continuación.






Poema 1

Pum, carajo… Que sacada de mierda se acaba de meter el tipo que iba en bicicleta agarrado a ese enorme y viejo bus. Contrasuelazo seco y contundente, demoledor, rompe mandíbulas y, tranquilamente, necesario para poner toda su humanidad en horizontal sobre una camilla de sábanas blancas con ruedas multidireccionales. Camino del hospital y asesorado por los más disímiles consejos de los bomberos, primeros en llegar a la escena del autocrimen, ¿que sabrán los rojos y anaranjados bomberos de caídas de bicicletas?, pirómanos monumentales con voluntarias (solo en mi país) insignias y escaleras telescópicas arrepentidas de ir subiendo. Tan solo de chofer, hacen las veces, manchando de rojo el rojo camión con la amoratada sangre del atontado y funesto ciclista. Funesta es además la sirena que corcovea el viento y que calla cuando se avistan los celestes hospitales en la pupila del herido roedor de dos ruedas. Sin airbags las bicicletas están condenadas al exilio del olvido, sin pasaje de regreso, ni trabajo en embajadas extranjeras cuando se acaben las dictaduras de las máquinas.

23 abr 2008

Pájaros a Gasolina

Los referentes a estudiar, cuando se habla de la lisérgica experiencia de escribir algo para este puto blog, están claramente delineados en la más barata, pero a su vez la más conchuda de las putas, la realidad. Porque siendo totalmente sincero, la puritana ficción ha caído en las manos decadentes de un viejo y conservador chulo que no hace más que ponerse celoso cada vez que su anfitriona es usada. Esgrime siempre la misma disculpa a sus rabietas: todas las historias están contadas. En cambio la realidad es una puta independiente, trabaja para ella y sus ganancias son netas, nada de impuestos, pura, cruda y sin condón. Así que esta noche he decidido contagiarme de la sidosa y gonorreica experiencia de contar algo real. Ahí les va.


LIBERTAD SONORA

Los ruidos de las malditas mototaxis no dejaban dormir ni a los cautivos guacamayos del extraño hotel en el que estaba hospedado en Tarapoto. Los guacamayos hacían ruidos con sus arácnidas patas y se lamentaban expulsando un sonido conmovedor, parecían rogar que unas gotas de dulce xanax sea inmediatamente agregado al agua que les deja el recepcionista por las noches. Son las malditas mototaxis las que no dejan dormir ni al guacamayo rojo, ni al azul, ni a los demás pájaros como yo. Una tras otra, suben la pendiente en la cual se ubica el hotel forzando sus motores para trepar la cuesta. El ruido es satánico y la agonía solo termina cuando este triciclo motorizado llega a la cima. En ésta están los guacamayos desesperados, está también mi cuerpo horizontal dándole vuelta a la idea de escaparme de este sufrimiento y tomarme unas chelas que me apacigüen las ganas locas de matar un par de mototaxistas, y en defensa propia.

Por fin la idea toma fuerza y salto de la cama decidido a largarme del hotel en búsqueda del siempre recomendable Stonwasi, mítico y fiestero bar tarapotino donde la chela siempre está helada y donde “El Chino”, ilustre dueño del lugar, aconseja a los borrachos a conquistar el mundo. Chelas van y chelas vienen, más rápido de lo que van, así que mientras enfilo y cuadro mis tropas libertadoras ante la arenga del general “El Chino” pienso en los guacamayos del hotel, me atormenta la idea que están allí, solos y a merced de estos sinuosos vehículos de infernal ruido. Y cuando la niebla alcohólica avanza, como neblina en el bosque húmedo, me enfrento a la valiente idea de hacer algo por estos arcoíris alados que no tienen la culpa de los sonoros motores que, pistoneando aceite y atragantando gasolina, suben la pendiente que corona el hotel. Se lo comento al general “El Chino”, amplio conocedor de las leyes de la selva alta peruana, me recomienda matarlos. Dice que así acabaríamos con su sufrimiento, se ofrece, además, a darme una poción que los dejaría sin aliento, un macerado potentísimo que los enterraría en el fondo de la jaula, con las patas estiradas y sin dolor. Así que hace que una de sus asistentas me entregue una botella chata de este menjunje. Por supuesto me cobra 20 soles, pero qué son 20 soles si pueden acabar con el sufrimiento de estos buenos compañeros y cómplices de hotel. Como un buen soldado pruebo el veneno y a pesar de la quemazón en la garganta me resulta agradable, así que empiezo mi caminata hacia el hotel como marchando a la guerra.

Mientras camino, no iba yo a montarme en una mototaxi, pienso en dos cosas. La primera: ¿Cómo iba yo a hacer para suministrar el maldito veneno a los benditos pájaros? Y la segunda: si por alguna razón el veneno cumplía con su misión, ¿qué haría luego con los cuerpos de estos gigantes pájaros multicolores? Decidí, por lo pronto, seguir mi camino y continuar chupándome el veneno, decidí además que alguna idea descabellada y macabra se me iba a ocurrir ni bien mis cansados pies pisaran el hotel. Cuando la botella escupía la última gota de macerado en mi sedienta boca y dado que no tenía más veneno en los exteriores de mi cuerpo, la idea de abrir la jaula y dejarlos volar acaparó, cual lo previsto, mis pensamientos. Sabía que no había otro camino a mi habitación que el que pasaba rozando la mazmorra de los guacamayos, así que cuando el recepcionista me abrió la puerta del hotel, porque a altas horas de la madrugada suele estar cerrada, lo saludé cordialmente, así mismo me despedí y decidido apreté el paso rumbo a la libertad. Ahí estaban mis amigos, el rojo y el azul, con sus patas arácnidas y sus extraños lamentos. A penas me vieron se dieron cuenta que yo estaba allí para liberarlos. Aunque alguien creerá que miento, las dos aves esgrimieron conatos de sonrisas en sus filosos picos y, ante dios puedo jurar, escuché que me retaban a abrir la jaula hacia la espesura de la selva.

Cuando el recepcionista gritaba y corría hacia mí con un palo de escoba, alertado por un aleteo más sonoro que cualquier mototaxi, el rojo trataba de no ahogarse en la piscina del hotel y el azul era lanzado por mis manos y por los aires. Ninguno de los dos voló, el azul, que cayó encima de unos ficus, tuvo mejor aterrizaje que el acuático rojo. Es obvio que sus alas estaban cortadas pero no pude percibir, una vez abierta la puerta de la jaula, ese pundonor, esa valentía que corría por sus venas, momentos antes. De más está decir que mi valentía libertadora y mi habitación fueron canceladas, les aseguro que no es tan fácil conseguir hotel en Tarapoto cuando el sol amenaza con salir. Así que no me quedo otra que tomarme una mototaxi y dar vueltas por esta hermosa ciudad nororiental al Marañon. Maldiciendo, claro está, a todos sus putos guacamayos.


13 abr 2008

Confesiones del diablo gordo al diablo chato

Y es que cuando toda mi infancia sabe a muebles rojos y a conversaciones de niños, tu cara de diablo, graduado y sacramentado, se aparece ante estos ojos ojerosos y cansados de no soñar despiertos. Se aparecen además las veredas con olor a madrugada y las mentiras que sabiéndose verdades se esconden en los retorcidos caminos de nuestra amistad. ¿Que porqué somos amigos? Desnuda, pela, descalabra, apachurra, aprieta y desenchufa la conciencia y no hallarás nada porque esa verdad no existe. Los incautos dirán que porque somos primos, los clínicos porque compartimos adicciones, los imbéciles porque así es la vida y los que nos conocen porque somos el gordo y el chato. Una a una estas nefastas predicciones de falsos nostradamus caerán y al final, y como siempre, las miraremos desde arriba. If you know what I mean. Nuestra amistad es más rápida que nosotros, acelera y nos comemos su polvo, derrapa en cada curva pero las vueltas de campana nos las metemos nosotros, y sin cinturón, se come la bandera a cuadros y nosotros ni siquiera hemos arrancado. Nuestra amistad es abrupta, sagaz, conchuda, pendeja y para siempre. ¿Qué se hace con una amistad así? No se busca una respuesta sino que se redacta y se firma un contrato tácito de mutuo agravio en donde no se establecen más garantías que la de ser cómplices y se espera que una de las partes no se quite al otro lado del mundo o que la otra no se quede de este otro. Estas líneas se escriben porque se necesitan escribir, estas letras se ordenan por mandato explícito de la sin razón, estas ideas tienen sentido por su falta de interés y no están simplemente ahí para ser leídas por alguien al que no le competen. Lo que se dice ya está dicho, lo que se piensa hace rato hizo erupción en nuestras cabezas asesinando en su camino una que otra neurona insensible, imprescindible e invisible. Aunque estés a 15 horas de diferencia horaria aquí se te extraña por minutos. Un abrazo diablo chato.